29 nov 2009

en las redes de la luna

(Fuego de la Noche de Sn. Juan 2009 Casa de las Ajaracas)


Hace meses, hace mucho tiempo que no estoy por acá, será porque de pronto la vida me ha llevado a lugares que nunca pensé conocer.

Me fui a vivir a una tierra extraña dentro de esta misma tierra
. Conocí aquello de lo que todo mundo trata de escapar y yo sin saber había burlado con mucho éxito (la mayor parte de las veces)

No conocí a las personas ordinarias, ahora lo sé, de hecho... no las veía y las tenía al lado en el metro, en el autobús, en la vida, pero... nunca las tuve tan cerca como para cruzar el umbral de verlas a los ojos, de intentar hablar con ellas. Eso -ahora a lo  sé- fue bueno.



Lo malo en esta experiencia fue le móvil violento que provoca "lo ordinario" y que hace que eso se vuelva obtuso, un violento ladrido sin razón, con el  sin sentido de que la bestialidad de "lo humano" se manifieste de maneras tan coloquiales como un golpe, como repetidos golpes
-en mi cabeza-


Suena a sueño. Suena imbécil en alguien que se ha dedicado la vida entera a entender a los/las otras y otros. A mí misma me ha sorprendido después de los diez y siete años que formalmente llevo en el estudio e intento de comprensión de estas mis realidades compartidas. 

Me han dañado. Haberme quedado tanto tiempo en esta parte de la realidad no es poca cosa...



Vengo de la guerra y yo pensé que estaba "ahí", pero no, no del todo. Siempre he sido una extranjera de mi entorno, de muchos de ellos, eso se sabe. No soy adaptable, ni transigente; sigo negándome al salvajismo cotidiano, a las luchas intestinas, a la constipación mental de mi gente, que volviendo al punto es dos veces mi gente, porque no sólo asumí geográficamente el hecho de compartir un trozo de mundo, también entendí que aquí nadie se salva si no es por sí misma/o y yo con ellas/os.



Hoy pugno por volver al sitio donde todo es extraño, donde mi misma rareza es tan natural como que sólo estando ahí no sea notable. Tuve mis dosis de realidad y estoy cansada. Me vuelvo al sitio de donde no debí haber salido, pronto volverá el brillo a mis ojos.


Siento cómo todo va poco a poco dibujándose en la memoria: Vi a un hombre lamer manos por unos pesos, era un maestro de ceremonias en un circo con quirófano integrado. Conocí a un malabarista de ojos y cabellos moros que jugaba con un arma de dos filos frente a mí todos los días, él se había casado con una pequeña muñeca a la que no hacía caso.

Había un rey aletargado con brazos largos que en realidad eran torpes tenta-culos, él pensaba le eran suficientes para poder mandar -los brazos-. Hablaba con sus súbditos como quien habla con sus hijos que son (igual que el padre) imbéciles emocionales.

En fin, que para estar en esta historia me até a un tren que va por donde los migrantes llegan y se van.

No cabe duda, me fui haciendo extranjera a golpes de tiempo... por necesidad orgánica de ser una, la misma que nunca es igual.


¡Sí!

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