29 oct 2008

POR SU PROPIA SEGURIDAD...

“Si por mí fuera los sacaba a patadas” dijo el secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, Manuel Mondragón, sobre los integrantes el movimiento de Los 400 Pueblos, del estado de Veracruz, que mantienen un campamento en esta ciudad y se manifiestan desnudos, hombres y mujeres, en céntricas avenidas.
”¿Y sabes cuánto tiempo nos tardaríamos en sacar (de ese lugar) a los 400 Pueblos: 10 minutos?”, señaló Mondragón en el marco de un convenio por la cultura cívica que el funcionario local firmó con el Consejo Ciudadano en la Confederación Nacional de la República.
”Por cierto muy bonita la visión... Ellas están muy guapas y ellos están muy atractivos”, ironizó el secretario."


26 oct 2008

SE VA, SE VA...

Mis vecinos del lado derecho tienen la mala costumbre de no separar basura, prender foquitos navideños desde finales de octubre, gritar por la mañana del sábado y el domingo como si hubiera un barranco en medio de ellos/as dentro de su casa. Le hablan al perro y al niño -su dueño- como si ambos tuvieran el mismo nivel de inteligencia. La verdad es que el perro -aunque de talla ínfima, y por ende de carácter altamente nervioso y corrosivo-, es más "entendido" que el hiperquinético vecinito.

Cada tanto suelen fumigar su casa, con tal suerte que cada que lo hacen las cucarachas, esos seres de ortópteros, nocturnos y corredores, salen despavoridos por todos lados.

Se sabe perfectamente cuando "se han puesto higiénicos en casa" porque infestan al resto de la comunidad.

Ayer por la noche, uno de esos insectos apareció casi reptando por la contrapared a la casa de mis "amados vecinos". El bicho de más de los tres centímetros que se supone deben tener de largo, dejó ver su cuerpo deprimido, aplanado y rojizo pegado al azúl que lo hacía ver más grande...

Me quedé pasmada porque sólo por el Centro -y de noche- había visto semejantes ejemplares, sus alas y élitros alargados, sus antenas, las seis patas; todo articulado y en paz, sin ningún embargo por haber sido descubierta.

El terror y el asco concentrados me hicieron presa en una situación incómoda, tenía que atacar antes de que el condenado bicho corriera a esconderse y por tanto desovar "en sepa Dios" qué sitio...

Me armé de valor, y..., ¡la maté!, con tal suerte que su cuerpo recubierto por esa cutícula queratinoza dejó de estar integrado después de escucharse un sonido seco. El asco del "despanzurramiento" me hizo sentir náusea profunda; salí corriendo a decirle a mi padre del hallazgo y la "intervención inmediata" que había realizado. Juntos llegamos "al lugar de los hechos" sólo para darnos cuenta de que el bicho infame, aún destripado, seguía moviendo las antenas; entonces tuve por fin la imagen de un texto que había leído esta mañana:

"Estoy gravemente enfermo. Me gustaría manifestar públicamente mis excusas a todos los que confiaron ciegamente en mí. Creyeron en mi presunto poder de multiplicar fortunas. Depositaron en mis manos el fruto de años de trabajo, de economías familiares, el capital de sus emprendimientos.


Pido disculpas a quien mira a sus economías evaporase por las chimeneas virtuales de las bolsas de valores, así como a aquellos que se encuentran asfixiados por la imposibilidad de pagar, los intereses altos, la escasez de crédito, la proximidad de la recesión.

Sé que en las últimas décadas extrapolé mis propios límites. Me convertí en el rey Midas, creé alrededor mío una legión de devotos, como si yo tuviese poderes divinos. Mis apóstoles –los economistas neoliberales– salieron por el mundo a pregonar que la salud financiera de los países estaría tanto mejor cuanto más ellos se arrodillasen a mis pies..."

Hice que gobiernos y opinión pública crean que mi éxito sería proporcional a mi libertad. Me desaté de las amarras de la producción y del Estado, de las leyes y de la moralidad. Reduje todos los valores al casino global de las bolsas, transformé el crédito en producto de consumo, convencí a una parte significativa de la humanidad de que yo sería capaz de operar el milagro de hacer brotar dinero del propio dinero, sin el lastre de bienes y servicios.


Abracé la fe de que, frente a las turbulencias, yo sería capaz de auto-regularme, como ocurría con la naturaleza antes de que su equilibrio sea afectado por la acción predatoria de la llamada civilización. Me volví omnipotente, me supuse omnisciente, me impuse al planeta como omnipresente. Me globalicé.

Llegué a no dormir nunca. Si la Bolsa de Tokio callaba por la noche, allá estaba yo eufórico en la de São Paulo; si la de Nueva York cerraba a la baja, yo me recompensaba con el alza de Londres. Mi pregón en Wall Street hizo de su apertura una liturgia televisada para todo el orbe terrestre. Me transformé en la cornucopia de cuya boca muchos creían que habría siempre de chorrear riqueza fácil, inmediata, abundante.

Pido disculpas por haber engañado a tantos en tan poco tiempo; en especial a los economistas que mucho se esforzaron para intentar inmunizarme de las influencias del Estado. Sé que, ahora, sus teorías se derriten como sus acciones, y el estado de depresión en que viven se compara al de los bancos y de las grandes empresas.

Pido disculpas por inducir multitudes a acoger, como santificadas, las palabras de mi sumo pontífice Alan Greenspan, que ocupó la sede financiera durante diecinueve años. Admito haber incurrido en el pecado mortal de mantener los intereses bajos, inferiores al índice de la inflación, por largo periodo. Así, se estimuló a millones de usamericanos a la búsqueda de realizar el sueño de la casa propia. Obtuvieron créditos, compraron inmuebles y, debido al aumento de la demanda, elevé los precios y presioné la inflación. Para contenerla, el gobierno subió los intereses... y el no pago se multiplicó como una peste, minando la supuesta solidez del sistema bancario.

Sufrí un colapso. Los paradigmas que me sustentaban fueron engullidos por el imprevisible agujero negro de la falta de crédito. La fuente se secó. Con las sandalias de la humildad en los pies, ruego al Estado que me proteja de un deceso vergonzoso. No puedo soportar la idea de que yo, y no una revolución de izquierda, sea el único responsable por la progresiva estatización del sistema financiero. No puedo imaginarme tutelado por los gobiernos, como en los países socialistas. Justo ahora que los bancos centrales, una institución pública, ganaban autonomía en relación a los gobiernos que los crearon y tomaban asiento en la cena de mis cardenales, ¿que es lo que veo? Se desmorona toda la cantaleta de que fuera de mí no hay salvación.

Pido disculpas anticipadas por la quiebra que se desencadenará en este mundo globalizado. ¡Adiós al crédito consignado! Los intereses subirán en la proporción de la inseguridad generalizada. Cerrados los grifos del crédito, el consumidor se armará de cautela y las empresas padecerán la sed de capital; obligadas a reducir la producción, harán lo mismo con el número de trabajadores. Países exportadores, como Brasil, tendrán menos clientes del otro lado de la barra; por lo tanto, traerán menos dinero hacia sus arcas internas y necesitarán repensar sus políticas económicas.

Pido disculpas a los contribuyentes de los países ricos que ven como sus impuestos sirven de boya de salvación de bancos y financieras, fortuna que debería ser invertida en derechos sociales, preservación ambiental y cultura.

Yo, el mercado, pido disculpas por haber cometido tantos pecados y, ahora, transferir a ustedes el peso de la penitencia. Sé que soy cínico, perverso, ganancioso. Sólo me resta suplicar que el Estado tenga piedad de mí.

No oso pedir perdón a Dios, cuyo lugar pretendí ocupar. Supongo que, a esta hora, Él me mira allá desde la cima con aquella misma sonrisa irónica con que presenció la caída de la Torre de Babel."

El texto de Frei Betto, me hizo recordar que en los 80's, en un documental National Geografic o alguno de esos programas que me "vendieron" como educativos, vi la historia de las cucarchas. Decían que la cucaracha africana, además de ser enorme, tenía una capacidad impresionante de regeneración celular; que su cuerpo aún habiendo sido aplastado, requería de la separación de sus miembros o de ser quemada para evitar que se -valga la redundancia- regenerara por completo.

Me pregunto si estamos preparadas/os para ver y vivir concientemente, sin terror y sin preocupación -por todas las muertes que habrá- la materialización de uno de los más grandes deseos- inclúyanme con los- de millones de personas que a lo largo de la historia hemos querido ver la ruptura de la cadena vital del consumo:"Nacer-consumir; crecer-consumir; desarrollarse-consumir; reproducirse o no y consumir; vivir-consumir; y al final morir consumidos/as"; luego, vivir para contarlo, y después poder decir que se estuvo en medio de una de las más grandes convulsiones económicas y políticas del mundo moderno, y, que felizmente nos tocó estar; que lo vimos comenzar a caer...

- Frei Betto es escritor, autor de “Cartas da Prisão” (Agir), entre otros libros.

Traducción: Servicio Informativo "Alai-amlatina"







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