16 sept 2007

Haciendo una mejor lectura


Después de escuchar: "!Adiós gruñona!", recordó lo que el precioso de Miguelito dice: "Para dejar de ser gruñona, sólo tenés que ser feliz". Cerró la puerta del auto: "Hay que correr el riesgo, de levantarse y seguir cayendo", fueron las primeras palabras que escuchó y le hicieron voltear a la entrada oscura de Sonora y Amsterdam por donde "el que habla fuerte" estaba a punto de desaparecer.


Tranquila, sabe que por el momento lo más importante es explicar -de nuevo- a quien no escucha: "Habrá que silenciar las palabras hasta que se aplaquen y eso haga que decir las cosas sea más fácil". Ambos, tienen sus propios conceptos, pero más que eso tienen ya su historia compartida, también sus historias propias que son referentes vividos.

Se enamoró de él hace más de un año. Sola, terminaba sentada en las escaleras del metro pensándolo. Era demasiado lo que le recorría el cuerpo, no veía con claridad, tampoco tenía hambre y el tiempo era demasiado para colocarse frente a su imagen.

En su oído, más de trescientas sesenta y cinco noches después él pregunta porqué se fue sin decir nada. Reclamó su ausencia y le recordó que veinticuatro horas antes de estar juntos la primera vez estaban enamorados; que dos encuentros más y un beso-rozado no eran nada. Volvió a mirarse, se encontró con una niña de doce años que detenía en el cuerpo su madeja de sentimientos y la oscuridad. Supo entonces que mucho sucedió a causa de “su salida”.= o />

No puede pensar. Sabe que pudo haberse ahorrado noches extrañas, tormentas fortuitas, y siente que fue él quien dejó todo, que "sólo se había sentido algo...". Imposible. Se intuyó en un juego y salió de el. Además: "¿Cómo decirle a un viajero que se quede? " ¿Cómo y para qué decirlo a alguien? Las permanencias se dan y se quitan cuando se quiere.

- ¿Para qué me dices esas cosas? ¿Por qué hoy, porqué no la otra noche?
- Porque no pude. Necesitábamos estar "así", como ahora.

Recordó lo que ya había dicho de él: "Si no lo quiero, no es por falta de ganas, es por mera precaución. Amarlo cómo normalmente se ama, sería querer contener un golpe de agua del Pacífico...". Hoy, ya no sólo son sus manos, sino su lengua la que desarrolla un léxico en brayle.

Al reencuentro, hace un esfuerzo por no "colocarle" el nombre de nadie más en la frente, no lo ha hecho -ni lo hará-. Tampoco quiere repetirse en el horror de amar a alguien que no conoce, a quien la limite para saber quién es aquel, con quien comparte. En realidad quiere saber qué hay más allá de una presencia física que puede tornarse fría para ella mientras "se vuelve un sol para el resto".

Frente a sus ojos pasmados la imagen de un hombre trifurcado entre sus deseos, sus miedos y sus ganas: "No me preguntes cómo llegué a esto, pero... tú no podrías vivir conmigo, no lo soportarías...". ¿Y quién pregunta o lo intenta? Se sorprende y piensa que es demasiado apresurada la idea. Nuevamente alguien ha pensado y decidido por ella.

Ante la limitación, no le dan gusto por conocer cualquier otra forma de relacionarse previa, alterna o inicialmente. Hay demasiado temor. También está vetada de inicio su máxima idea de cómo ser con alguien:

-¡Me quitó el privilegio de la duda! Qué se hace con eso? Ya sabemos el cuento. ¿Y bueno, qué? ¿Qué más puede pasar...?

Igual que él piensa que tres noches compartidas no son suficientes para llegar a un resumen exacto de los hechos. No le queda más remedio que irse de nuevo. Por un momento supone que debería avisarle, aunque sea menos necesario que la primera vez.

Luego se recuerda que las petrificaciones del lenguaje no se desgastan de un día a otro, menos las acciones de terror que derivan de un lenguaje incompatible. Estas han llegado por sí mismas, sin pedirlas y generalmente de mentes que intentan reconfigurarse y al hacerlo se desbocan, ya luego la ciñen a palos con la impotencia que les gana.

Al caballero en turno ha dicho que no lo quiere cambiar, que eso no le interesa. Él sigue "tirando de la cuerda" y refrenda bipolarmente que no vuelve a "ceder".

Con Juan
comentaba el viernes sobre la importancia de buscar formas elementales de comunicación, de hacer códigos propios y comunes:

-"El metalenguaje existe y mis lecturas pueden ser varias, pero ¿ a cuál de ellas aludo cuando no quiero que me lastimen? Sólo queda la literalidad... Lo peor de todo llega cuando no se habla y el diálogo se pierde...

...Parece que él -independientemente de su nombre-, reacciona sólo a través de mis acciones impulsivas y cuando parece todo perdido se calma, piensa y dice, pero en ese momento yo ya estoy lejos...

Yo sé, no se puede pedir que lo que digo se entienda por completo, sobre todo si no sé qué le significan mis palabras...".

Juan le dice que es demasiado, que las formas se intuyen. Lo suyo es la imagen. Ella abre más los ojos y lo mira descaradamente, se queda callada y sigue su andanza por Madero.

Cuando llegan a Juárez sigue sin tener una explicación clara de por qué es ella quien tiene que "comprender" lo que se le dice, como se le diga y a la hora en que "se considere necesario...".

-" ... Y, todo sin chistar... ¿Porqué el respeto no puede ser compartido?

... Dicen que 'hay grados y niveles para todo'... ". Ella lo duda -dependerá de a qué se refieran-. Piensa que siendo situaciones de construcción personal, los lugares son ganados o perdidos por una-o misma-o, se dan en la medida en que se quiera acceder a ellos y en el empeño que se ponga en buscar y encontrarlos: "Hay quien nunca aprende de la experiencia, y sufre el miedo de ser mejor persona, sólo por saber que será diferente..."

Por el momento se cierran y abren ciclos ascendentes. Tiene que parar un momento a entender, es necesario darle el lugar a cada quien en su vida, con sus características propias y diversas importancias.

Sabe que no tiene mucho tiempo, el martes habrá de ver a Jaime y espera escuchar nuevamente la aguardientosa voz del López. Define que para ese día verá qué pasa con ella y su madeja de sentimientos, porque quiere cerca al que "habla fuerte".

Sin ser contrario recuerda las palabras de Juan, la ha llamado: "Señorita soledad", Galdinho le dijo que era una mujer muy valiente y cuando lo piensa ambas cosas se implican de la mejor forma. Más que asumirse como la mejor imagen que ha logrado de sí, anda para crecer aunque nadie la acompañe en su viaje.

Demasiado para un fin de semana. Se cruzaron de nuevo sus diferentes mundos, apareció Dan, después por causalidad "el que habla fuerte" en la River Plate. El viernes Juan y sus mil días de añoranzas perfilando al polo. Estuvieron sus diferentes tiempos, todos eran personas.

En el inter, entre abrir y cerrar la puerta se remueven todas las cosas, el móvil le devuelve una historia en pausas.

El taxista pone en repetición la retrospectiva adolescente que la acompaña hasta llegar a casa, esta vez no ha importado esperar el amanecer en la ventana. La voz de Miguel está de nuevo en su cabeza: "¡Sos libre! ¡Lo habés logrado! ¡Hacé lo que quieras!"






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