12 ene 2008

SO QUI SO..

Cómo no pensarte...

Si apenas ayer no me dolía la distancia, hoy resueño las calles de la vieja Habana. Eres un recuerdo que no ha sido, igual que el que llevas de mi, en mi ciudad.

Quiero volar, volarme, deshacerme del original ruido citadino.Y cómo hacerlo? Sólo hay una manera, la constante será -como ahora- vivir el preludio del futuro que hago todos los días pensando en ir desandando las calles que no me han visto contigo.

No te he dicho, te soñé hace mucho, ni yo lo sabía, tuviste que llegar a recordarmelo. Fue un espasmo emergente, de esos que surgen de la nada cuando en nada piensas.Volví al momento de nacer, ese que sucede en la vigilia cuando tienes conciencia de que el alma te vuelve al cuerpo.

Después de hacerme "el tango habitual", me fui a esperarte. Salias del trabajo agobiado, y me sonreí contigo al verte, eso hizo que cambiaras todo por andar.

Te llevé el portafolios rojo, yo no llevaba bolso, y mi cartera negra entraba perfecto en el, como los dedos de mi mano derecha en tu mano.

Respiraste profundo durante dos o tres pasos, no nos miramos y después de la segunda exhalación, de sorpresa viré y atándome a tu cuello, detuve los pasos para mirarte de frente, después te arranqué un beso profundo, mientras mis manos tocaban tu nuca briznada.

Lo que nos despertó fue la risa de los chicos en la calle,  sus deslizadores de madera hacían más y más ruido, esperanzados en dejar de ver la escena que los colocaba un poco nerviosos. ¿Vamos? -dijiste-, y sin querer volví a mi sitio en la acera, sólo voltee despidiéndome con una sonrisa de los niños y sus juguetes.

Hoy llevo un olor más intenso a canela, es la humedad de la brisa cálida del Caribe que la potencia.

Saludamos a Simón, después viramos a la derecha, ya estábamos en Línea rumbo al Malecón, ahora llevo en la boca el sabor de la tuya, y el recuerdo del jugo de tamarindo y guayaba que tu madre me dio antes de tocar "La Cumparsita".

Miras de más, nadie me ve. Soy invisible para todos hasta que alguien del otro lado de la acera grita: "Chaparrita!". Y te cuento sobre las viejas películas de Pedro Infante y sus estragos...

"Volar es el recuerdo más antiguo de mi memoria", te digo. Y durante el helado de Maracuya, planeamos la manera de salir volando emulando a los pajaritos a quienes hemos de abrirles las puertas de todas las jaulas donde los tiene presos Juliana. Y cómo antes de sus insultos hemos de salir huyendo, porque: "No hacen falta alas para alzar el vuelo" ¿No?

Antes de llegar a tu casa, me pienso sentada en el patio trasero donde te espero junto con los camaleones llenos de colores que trepan la mata de mango que plantó tu hermano, justo debajo de los cocoteros indios.

Sonrío pensando en cuando se acerque tu padre con un vaso en la mano, en cómo haré para extenderle la mía recibiendo el agua de coco y te besaré cuantas veces sea necesario antes de que le digas que tengo los riñones sanos, que no necesito el elixir que me  ha  dado  tu padre. Tú, me miras sonriente y preguntas qué es lo que me pasa, te digo que nada y apresuro el paso.

Te cuento de cómo pediré a tu madre más jugo de tamarindo y guayaba y de cómo le diré que haga al piano "Percal" o "Por una cabeza". Haré lo más que pueda para que mientras la miro mi voz te acaricie, aún cuando sea a ella a quien observo.

¿Sabes? Cuando termine, después de la última nota a blanco y negro, le diré con voz tenue: "Te llamarás silencio en adelante y el lugar que ocupabas en el aire se llamará melancolía", abrazándola como si fuera tu retrato. Mientras, tú me mirarás junto al piano, ya hablaremos un poco de poesía y después la cantaremos.

Seguro los ladridos y rasquidos de los perros serán la señal de que es hora de comer para ellos. Tu padre ha recogido demasiados de la calle. Uno de ellos se vuelve nuestro favorito, el más desvencijado de todos por sus amoríos y peleas de perro por perra. Al menos no son humaniperros.

Es un hecho que tu padre no se dará abasto, seguirle no  ayuda, todo porque nos hacemos más cargo del nuestro. En ese momento, cuando más atareada se ponga la situación, aparecerá el catalán que se pasea junto con sus penas llevándolas por allí, junto con sus amores en Girona.

Esta vez no sólo saludará, se quedará curioso del "solo-vino" -nuestro perro favorito-. Luego, seguro viene el siciliano -el que se empeña que le vendas su coche-, luego, inevitablemente entrará con nosotros a la casa porque querré escucharlo.

Mientras él te abrume con sus cosas, te susurraré al oído: ¿Cómo será estar en el asiento trasero de un Chevrolet del 57' contigo? Seguro sonríes y alborotas -más- mi cabello, que ya a esta hora será una enredadera negra que se desliza sobre tu hombro, al  tiempo que abrace tu cuello por detrás de la silla.

Después de su partida, te digo: "Huele a lluvia" -la presiento-. Cierro los ojos y te pido me lleves fuera. Debajo del agua tibia del trópico, me ciño a ti con los ojos cerrados y llevo mis brazos en sentido opuesto al de las líneas habituales en tu espalda para alcanzarte apenas los hombros. Luego te cuento como me parece que el ultimo aguacero ya pasó...

La semidesnudez no me asusta, la desnudez completa tampoco. Y aunque mi piel ya había sentido el agua tibia que cae del cielo en el municipio Centro Habana, me baño contigo de primavera, de todos los verdes que tu padre cultiva, mientras las coralillo de tu madre exhalan en el patio de atrás.

Tu no lo sabes y te cuento de mis largas caminatas por "La ciudad de los palacios", de como espero que llueva todo el año, de cómo mis botas se mojan todas las tardes del verano a capricho y de cómo ahora tengo los recuerdos más hermosos de la infancia gracias a la recuperación del clima.

Yo que llevo veinte años sin peinarme, dejo que tu madre lo haga. Mientras cuento de los remedios de mi bisabuela para conservar lo sedoso, el tono negro del pelo, su brillo. Les hablo de cómo con escobetillas de cerdas naturales, que son en realidad para lavar cacharros logró mantener el cabello más hermoso que mi madre ha visto.

"El ojo" de tu hermano me tiene un poco tensa, te lo digo y ríes, para luego acomodarte junto a mi y su cámara da el siguiente flashazo. "Tengo frío" -te digo-,"Miau! Tengo Frío!" y me ciñes a ti haciendo mimos. Ahora te pruebo, sabes a Guarapo.

Llega  tu padre de nuevo, me acoge con un trozo de mamey colorado... Su voz en mi cabeza que dicta: "La fruta fresca hija mía es gran cosa y no esperar a que la venga a arrugar la brevedad de los días...", ya luego las risas de todos. Y tu padre me sonríe, y me sonrojo de nuevo como la primera vez...

Como mi fruta mirándote, y pienso las veces  que  te  he  escuchado en mi sueños decir: "Yo te abrazo, Yo te abraso". Y doy la siguiente mordida pensando en el tacto de tu cuerpo vestido de blanco, de ese blanco que es idéntico al de las sábanas prendidas de los balcones en los viejos edificios del centro, esas que llaman, las que incitan a volar y nos reciben al paso.

Ya luego canto en voz baja cerca de tu oído: "Sabanas blancas que salen de los balcones! Sabanas blancas salen de los balcones!"


1 comentarios:

jennifer dijo...

So qui so me dejo la sensacion del olor a canela, la brisa del puerto que aún no he conocido, mi piel con un sudor de miel y el sueño de los ojos del amante que deseo y que aún no conozco

¡Sí!

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